miércoles, 16 de julio de 2014


LA AUTORIDAD MORAL DEL PROFESORADO

UNA CUALIDAD EXTINTA
Numerosos estudios revelan diversos indicadores negativos de la educación en España, entre los que se encuentran la escasa autoridad del profesorado y el insuficiente reconocimiento de su labor por parte de los alumnos y las familias.
           Violencia en las aulas
Actualmente se ve que existe la pérdida, por parte del profesorado, de una de las claves para la correcta transmisión del saber: la autoridad. Solo basta con mencionar este ejemplo del  titular  de prensa sobre esta materia.
«Una alumna de 14 años agrede a su profesora en un instituto de Vilareal ». (El Periódico Mediterráneo, 31/01/2012).
Este suceso  requiere, de parte de la comunidad escolar analizar la autoridad y la capacidad de liderazgo que todo docente no debe perder en su relación con el alumnado y sus familias.

En busca de la verdadera autoridad
El término de autoridad descrito por la Real Academia de la Lengua Española, hace referencia a este como «prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia». Por tanto, en  el  ámbito educativo, podemos entender la autoridad moral del educador como la habilidad ostensible de este para expresar su dominio del saber, así como su capacidad de transmisión a los alumnos, de modo que facilite su aprendizaje, a la vez que permita el reconocimiento de su labor.
Actualmente se puede apreciar la ausencia del reconocimiento del docente de su saber,  que fue robado por el alumnado, las familias y, en definitiva, toda la sociedad.
Como posible solución, es preciso que la comunidad educativa establezca unas líneas de trabajo como fórmula para realzar la autoridad moral, de los educadores, necesaria para que logren  ser considerados como profesionales valorados por la ciudadanía.

El papel de la motivación en el aprendizaje
La necesidad que siente en la actualidad el discente por el aprendizaje, así como por las causas de la escasa dependencia de los más respetables agentes transmisores del saber: el profesor.
Esta teoría puede justificar que la falta de motivación y ganas de aprender existente en nuestras aulas se deba a una posible insuficiente seguridad familiar o moral, a necesidades de aceptación o afecto, a una pobre autoimagen, a sentimientos de rechazo, factores elementales que se traducen en impedimentos para el aprendizaje y, por ende, el desarrollo del alumnado que manifieste los deseos más elevados de mejorar sus potencialidades inherentes.
La escasez de motivos para el aprendizaje y la autorrealización es una causa directa del fracaso escolar. Dicha premisa requiere la implementación de proyectos educativos entregados, con un marcado carácter innovador y creativo donde, a través de una metodología de enseñanza activa, participativa y atractiva, se logre alcanzar el apremio de este factor estrechamente vinculado con el rendimiento académico.
Son intenciones que realzarán la capacidad de los educadores para hacer llegar los conocimientos al alumnado de una manera interesante, creativa y, ante todo, promovedora de un aprendizaje constructivo que redundará, en el mejor de los casos, en el reconocimiento de su labor instructiva y en el refuerzo de su autoridad moral como transmisores de unos aprendizajes llenos de significados.

Competencias emocionales y resolución de conflictos
El proceso de alfabetización de los centros educativos, encaminado primordialmente a la enseñanza de contenidos teóricos, en muchas ocasiones, vacíos de significados y faltos de funcionalidad, debe dejar un espacio, como recurso favorecedor de un clima de convivencia positiva entre docentes y alumnos,

el profesor, como ya hemos sugerido, demanda al que la ostenta un compromiso con el trabajo, la innovación, la dedicación, etc. esta intención radica en hacer a los discentes los más fieles admiradores de sus profesores, atribuyéndoles esa autoridad moral como conocedores y buenos transmisores del conocimiento, logrando centros educativos ricos y rebosantes de estímulos positivos que hagan del aprendizaje una tarea interesante para el educando, un trabajo que guarda estrecha relación con el esfuerzo de los centros y el profesor.





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