LA
AUTORIDAD MORAL DEL PROFESORADO
UNA CUALIDAD EXTINTA
Numerosos
estudios revelan diversos indicadores negativos de la educación en España,
entre los que se encuentran la escasa autoridad del profesorado y el
insuficiente reconocimiento de su labor por parte de los alumnos y las
familias.
Violencia
en las aulas
Actualmente
se ve que existe la pérdida, por parte del profesorado, de una de las claves
para la correcta transmisión del saber: la autoridad. Solo basta con mencionar
este ejemplo del titular de prensa sobre esta materia.
«Una
alumna de 14 años agrede a su profesora en un instituto de Vilareal ». (El
Periódico Mediterráneo, 31/01/2012).
Este
suceso requiere, de parte de la
comunidad escolar analizar la autoridad y la capacidad de liderazgo que todo
docente no debe perder en su relación con el alumnado y sus familias.
En busca de la verdadera
autoridad
El
término de autoridad descrito por la Real Academia de la Lengua Española, hace
referencia a este como «prestigio y crédito que se reconoce a una persona o
institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia».
Por tanto, en el ámbito educativo, podemos entender la
autoridad moral del educador como la habilidad ostensible de este para expresar
su dominio del saber, así como su capacidad de transmisión a los alumnos, de
modo que facilite su aprendizaje, a la vez que permita el reconocimiento de su
labor.
Actualmente
se puede apreciar la ausencia del reconocimiento del docente de su saber, que fue robado por el alumnado, las familias
y, en definitiva, toda la sociedad.
Como
posible solución, es preciso que la comunidad educativa establezca unas líneas
de trabajo como fórmula para realzar la autoridad moral, de los educadores,
necesaria para que logren ser considerados
como profesionales valorados por la ciudadanía.
El papel de la motivación en
el aprendizaje
La
necesidad que siente en la actualidad el discente por el aprendizaje, así como
por las causas de la escasa dependencia de los más respetables agentes transmisores
del saber: el profesor.
Esta
teoría puede justificar que la falta de motivación y ganas de aprender
existente en nuestras aulas se deba a una posible insuficiente seguridad
familiar o moral, a necesidades de aceptación o afecto, a una pobre autoimagen,
a sentimientos de rechazo, factores elementales que se traducen en
impedimentos para el aprendizaje y, por ende, el desarrollo del alumnado que
manifieste los deseos más elevados de mejorar sus potencialidades inherentes.
La
escasez de motivos para el aprendizaje y la autorrealización es una causa
directa del fracaso escolar. Dicha premisa requiere la implementación de
proyectos educativos entregados, con un marcado carácter innovador y creativo
donde, a través de una metodología de enseñanza activa, participativa y
atractiva, se logre alcanzar el apremio de este factor estrechamente vinculado
con el rendimiento académico.
Son
intenciones que realzarán la capacidad de los educadores para hacer llegar los
conocimientos al alumnado de una manera interesante, creativa y, ante todo,
promovedora de un aprendizaje constructivo que redundará, en el mejor de los
casos, en el reconocimiento de su labor instructiva y en el refuerzo de su
autoridad moral como transmisores de unos aprendizajes llenos de significados.
Competencias emocionales y
resolución de conflictos
El
proceso de alfabetización de los centros educativos, encaminado primordialmente
a la enseñanza de contenidos teóricos, en muchas ocasiones, vacíos de
significados y faltos de funcionalidad, debe dejar un espacio, como recurso
favorecedor de un clima de convivencia positiva entre docentes y alumnos,
el
profesor, como ya hemos sugerido, demanda al que la ostenta un compromiso con
el trabajo, la innovación, la dedicación, etc. esta intención radica en hacer a
los discentes los más fieles admiradores de sus profesores, atribuyéndoles esa
autoridad moral como conocedores y buenos transmisores del conocimiento,
logrando centros educativos ricos y rebosantes de estímulos positivos que hagan
del aprendizaje una tarea interesante para el educando, un trabajo que guarda
estrecha relación con el esfuerzo de los centros y el profesor.
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